Pon tu colesterol a raya

¿Sabías que existen determinadas grasas sin las cuales no podríamos vivir, ya que desempeñan funciones vitales en nuestro cuerpo?

Sujetan y protegen órganos como el corazón o los riñones, nos aportan energía en forma de reserva, ayudan a protegernos del frío… Por eso, debemos asegurar un correcto aporte de estas grasas saludables a través de la alimentación, ingiriendo habitualmente pescado azul, aguacate, semillas, aceites vírgenes como el de oliva, frutos secos y legumbres.

Ahora bien, las grasas que se encuentran en mantequillas y margarinas, snacks, bollería, carnes rojas, embutidos, patés, alimentos precocinados o fast food, pueden ser perjudiciales cuando se consumen en exceso. No es que se trate de alimentos prohibidos (ya que no los hay), pero tendremos que tomarlos de manera muy ocasional.

Y el colesterol, ¿dónde lo situaríamos?

Esto depende de la cantidad en la que lo ingiramos y se encuentre en nuestro organismo, ya que en cantidades adecuadas es una grasa indispensable porque ayuda al cuerpo a sintetizar hormonas y vitamina D, a formar la bilis, a mantener la estructura celular, etc. Sin embargo, cuando se encuentra en exceso puede obstruir las paredes de las arterias y es una de las principales causas de riesgo cardiovascular, junto con la edad avanzada, la HTA, la hiperglucemia, el tabaco, el estrés y el sedentarismo, ya que aumentan el colesterol, la tensión arterial y dañan las arterias.

El colesterol es exclusivamente de origen animal y existen diferentes tipos en función de las lipoproteínas que lo transportan por la sangre: si se une a la lipoproteína HDL, tenemos el conocido como colesterol bueno, porque elimina el exceso de colesterol de la sangre. En cambio, si el colesterol se une a la lipoproteína LDL, tenemos el conocido como colesterol malo, ya que tiende a acumularse en las paredes arteriales, estrechándolas y dificultando la circulación sanguínea (placas de ateroma).

En condiciones normales tenemos la cantidad necesaria de cada tipo de colesterol para que realice su función. Lo ideal es que el colesterol total no supere los 200 mg/dl de sangre, y el LDL-colesterol los 100 mg/dl. Para conocer estos datos, es fundamental realizarnos analíticas de sangre periódicas, ya que un exceso de colesterol no nos mostraría síntomas hasta que nos “diera un susto”, por eso se le considera un enemigo silencioso para el organismo.

Las claves para mantener a raya el colesterol LDL son: seguir una dieta equilibrada, basada en alimentos vegetales, proteínas magras y con pocas grasas saturadas/azúcares refinados, evitar los hábitos tóxicos y hacer ejercicio físico de forma regular.

Como se dice coloquialmente, el movimiento “activa” el corazón, por eso recomendamos practicar actividad física aeróbica durante 40 minutos al día (caminar a paso ligero, nadar, bailar…), combinada con algunos ejercicios de tonificación, utilizando mancuernas de 1 kg o botellitas de agua. Los que más aceleran el metabolismo y ayudan a la circulación sanguínea son aquellos ejercicios en los que se trabaja el tren inferior y en los que se realizan movimientos ascendentes (en contra del sentido de la gravedad). Podemos ponernos en manos de un especialista para que nos diseñe el plan más adaptado a nuestro caso y objetivos.

Con todos estos consejos, ya tenemos la base para cuidar correctamente de este órgano fundamental para el cuerpo humano.

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